Monday, August 10, 2015

8/9/2015 - Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario – 1 Reyes 19,4-8; Juan 6, 41-51

      La muchedumbre murmura contra Jesús. La muchedumbre está muy descontenta.   El pueblo piensa: ¿Cómo puede este hijo del carpintero nos da un sermón y nos enseña?  ¿Este Jesús piensa que Dios lo mandó de los cielos?  ¿Cómo puede pensar eso? 
      En estas semanas en las lecturas del sexto capitulo del Evangelio de San Juan, la muchedumbre murmura mucho.  Ellos no quieren escuchar el mensaje profundo que Jesús quiere darla: que él es el pan de vida.   Hay muchos menajes en el mundo.  A veces, hay muchos mensajes en nuestros corazones, y a veces, algunos de estos mensajes no son de Dios. Son de nuestro egoísmo, de nuestro mundo secular.  A veces, no queremos escuchamos el mensaje que Cristo proclama en nuestra vida.
      Mucho siglos antes, de Cristo, vivía Elías, un profeta enviado por Dios. Elías era un profeta muy importante en la historia de Israel.   Pero, a veces, Elías tenía un camino muy duro en su papel como profeta.  Tenía una confrontación con el rey Ahab y la Reina Jezabel sobre la manera que ellos adoraba al dios Baal en lugar de Dios verdadero.  Elías derrotaba a los profetas falsos de Israel y tenía la amenaza de muerte por la parte de la Reina Jezabel.  Elías estaba desconsolado – se sentía abandonado.  En su desesperación, gritaba a Dios con la voluntad de morir.   Cansado en su viaje, cansado de las luchas y los desafíos en su vida como profeta, el descansaba debajo de un árbol.   A veces, estamos muy cansados y desesperados y angustiados como Elías.   A veces, queremos venir mas cerca a Dios, queremos la fortaleza de su pan de cada día, pero no podemos hacerlo en la realidad de nuestra vida, en la realidad de nuestro egoísmo. 
      Para mi, nuestra misión aquí en nuestra parroquia de San Santiago en Tupelo es eso: Amen a Dios.  Amen a nuestro prójimo.  Vivan como discípulos.  Hagan discípulos.  No es algo complicado para entender.  Pero, es algo mas difícil para poner en practica.  Queremos una comunidad de fe aquí en Tupelo donde caminamos juntos como hermanos en Cristo.  Yo soy aquí como su párroco.  Eso no era mi decisión.  Elías era el profeta de Dios en Israel para dar el mensaje de Dios – no importan los antojos y los caprichos del pueblo.  Yo estoy aquí con ustedes por la parte de la Iglesia y por la parte de nuestro Obispo en obediencia de mis promesas como sacerdote.  Raquel Thompson está aquí como coordinadora de nuestra comunidad hispana.  Estoy muy agradecido para trabajar con ella.   Muchas veces, no es fácil para predicar el reino de Dios y para servir como líder de un comunidad de fe muy diversa.  Ustedes tienen mi promesa como sacerdote para servir en esta comunidad y para sembrar las semillas de solidaridad y unidad.  Pero, no necesitamos el chisme o el murmullo.  No necesitamos una actitud que solo quiere dar las críticas y los pensamientos negativos.   Como discípulos de Cristo, tenemos la llamada de construir el reino de Dios.  Y sin cuidado, nuestras palabras puede matar y destruir mas de una pistola o una cuchillo.
     El mensaje que tenemos en el Evangelio de hoy es básico en que creemos como católicos – que Cristo es la vida del mundo que el Padre nos da, que la salvación que Cristo nos da como el pan de vida es una ampliación del acto de creación del Padre.  El ministerio, la muerte, y la resurrección de Cristo proclaman una época nueva y una creación nueva en el mundo.  Estamos aquí en nuestra parroquia para proclamar este reino de Dios.  Recibimos el pan de vida en la misa para fortalecernos en nuestro viaje, como el pan que Elías recibió del Padre en su viaje, como el maná que los israelitas recibieron en el desierto.   En nuestra llamada como discípulos, necesitamos recordar en que dice Cristo a la muchedumbre hoy – “No murmuren entre ustedes.”  No podemos seguir a Cristo o escuchar su voz si solo hay murmullos saliendo de nuestra boca.  En el pan de vida que recibimos en Cristo tenemos nueva vida por supuesto, pero también tenemos un señal del cumplimiento del reino de Dios que vendrá, cuando la tierra nueva y el cielo nuevo vendrán.   Vivimos con la promesa del reino que vendrá.   Pero, ahora, tenemos nueva vida en el pan de cada día.  Tenemos el reino de Dios con nosotros.   Esta pan nos da la capacidad de proclamar el reino de Dios a nuestro prójimo, para ser evangelizadores de Cristo en el mundo.

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