Friday, July 24, 2015

7/26/2016 – decimoséptimo domingo del tiempo ordinario – Juan 6, 1-15

      Jesús y sus discípulos quieren ir a un lugar solitario para descansar.  Pero, la muchedumbre quiere seguir.  La muchedumbre tiene hambre – hambre de comer – hambre en otros sentidos también.   Jesús se da cuenta que la muchedumbre tiene mucha hambre.  Con su milagro de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús y sus discípulos pueden dar comida a la muchedumbre hambriento.  La gente coge toda la comida que quiere – y mucha comida de sobra.   En este milagro, la muchedumbre se da cuenta que Jesús es el profeta verdadero de Dios – él está presente con ellos en su realidad y en su proclamación del reino de Dios.
      Venimos a Jesucristo – venimos a la Iglesia -  por razones diferentes en nuestra vida por supuesto.  A veces venimos a Jesucristo en una manera egoísta, sólo de pensar en nosotros mismos.  Ayer, el sábado 25 de julio, celebramos la fiesta de Santiago el Mayor, el patrón de nuestra parroquia aquí en Tupelo.  En muchas maneras, en el Evangelio, podemos mirar la realidad de Santiago ya su hermano Juan.  Los valores del mundo – los  valores temporales – estaban al entro de la vida de Santiago cuando entraba en el grupo de discípulos de Cristo.  Santiago y su hermano Juan querían tener el puesto del poder al lado de Cristo.  Querían tener el puesto más importante y más apreciado en el grupo de discípulos.  Por la parte de Cristo, Santiago y su hermano Juan tenían el sobrenombre “los hijos del trueno,” un apodo que ganaban probablemente de su temperamento ardiente.  Sabemos el resto de la historia de la vida de Santiago y su discipulado.  Santiago fue obedientemente a España como misionero, donde encontraba muchas dificultades.  Regresó a Jerusalén humillado y derrotado, donde fue el primer apóstol martirizado por la fe.   La Buena Nueva de Jesucristo tiene el poder de transformarnos, como la transformación que miramos en la vida de Santiago el Mayor.  El Cuerpo y la Sangre de Cristo que nos alimenta cada vez que nos reunimos alrededor de la mesa del Señor tiene el poder de transformarnos.  En esta transformación, podemos vivir como siervos a Dios y siervos a nuestros hermanos, podemos vivir como testigo de los valores de Cristo y su ministerio, y podemos servir como levadura en un mundo que lo necesita urgentemente el mensaje del Evangelio.
      En efecto, existe una tensión en nuestra vida de fe entre lo temporal y lo divino - entre las cosas que son de la tierra y las cosas que son de Dios. Nosotros como cristianos vivimos en la realidad del presente y de nuestra existencia terrenal, pero nuestros ojos se fijan en la vida eterna que tenemos en nuestro Señor.  Nuestra misa es la fuente y cumbre de nuestra vida como católicos, pero necesitamos vivir la Eucaristía en nuestra vida diaria como parte de nuestra fe.  Llegamos a cabo en las obras de caridad y misericordia.  En nuestra parroquia, ayudamos a los necesitados y en nuestra comunidad y en el mundo.  Nuestro pan de cada día llega a alimentar nuestra hambre espiritual. Nuestro pan diario alcanza para alimentar a nuestras necesidades terrenales y nuestra hambre física.
       Santiago, el patrón de nuestra parroquia, trascendió su necesidad de poder y significado en un sentido terrenal para convertirse en siervo del Señor que voluntariamente sacrificó su vida por el Evangelio.  El pan del cielo y de la Palabra de Dios que le dio de comer lo transformó a Santiago en un verdadero discípulo de Cristo.  Nosotros, como discípulos de Cristo, necesitamos seguir en sus pasos.

No comments:

Post a Comment