Thursday, April 2, 2015

2 de abril de 2015 - Jueves Santo - Éxodo 12: 1-8, 11-14, Juan 13: 1-15

       Desde el Miércoles de Ceniza, caminamos en las semanas de Cuaresma.  Hoy, entramos en un nuevo movimiento del año litúrgico de la Iglesia: el Triduo.  Cada liturgia en estos tres días del Triduo nos ayuda a entrar más profundamente en el misterio pascual de la muerte y la resurrección de Cristo.  Hoy, conmemoramos la noche cuando Jesús celebró la cena de Pascua con sus discípulos.   
       Conmemoramos la manera que Dios estableció la tradición de la Pascua con los israelitas en su liberación de la esclavitud en Egipto.  Dios anuncia a los hijos de Israel – “Este día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua.”  En efecto, los judíos modernos recuerden y recrean ese evento en la cena de Pascua que conmemoran hoy. Al igual que los israelitas que fueron esclavizados en Egipto, nosotros fuimos llamados al comienzo de cuaresma para mirar las cosas que nos esclavizan en nuestra vida y que son obstáculos para nosotros en nuestra llamada para vivir como hijos de la luz.  Hicimos promesas a Dios al comienzo de cuaresma – en esta pulsera de goma que tenemos - que anunció "sacrificium" - "sacrificio".  A veces nos mantuvimos estos compromisos todos los días de cuaresma.  Otras veces, tuvimos problemas y desafíos con nuestras promesas. Terminamos con nuestras liturgias cuaresmales y llegamos hoy al monumento del Jueves Santo de la Última Cena.  Esperamos que los deseos y el hambre y la sed que hemos mantenido en nuestros corazones durante nuestro viaje de cuaresma nos acompañan esta tarde a nuestra celebración de los misterios pascual.
      En la Pascua original, los israelitas tenían que sacrificar un cordero sin mancha, para mojar una rama de hisopo en la sangre del cordero, para poner una mancha de la sangre en los dinteles y jambas de la casa, y para comer el cordero en una comida ritual.  El sacrificio de Pascua no es completo con la matanza del cordero, sino cuando los judíos comen su carne en su comida conmemorativa.  En el nuevo pacto y alianza que Jesús estableció con sus discípulos en su última cena, con su muerte y su resurrección, Jesús se convierte en el eterno sacrificio que hacemos cada vez que celebramos la misa juntos.  Los israelitas consumieron la carne del cordero – y nosotros recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la cena eucarística – el Cuerpo y la Sangre del Cordero de Dios.
        El ritual en el que Jesús lava los pies hoy nos acompaña en nuestra celebración eucarística.  Jesús no sólo lava los pies a los doce representantes de nuestra comunidad esta noche – Jesús se lava simbólicamente todos nuestros pies.  Tal vez es difícil para aceptar este papel -  que le permita a Jesús servirnos – para que El entra en nuestras vidas y cambia nuestros corazones.  Tal vez hay resistencia, independencia, caprichos, y complacencia que nos mantenemos aparte de Jesús, que nos impiden en esta experiencia de lavar nuestros pies y quitar nuestros pecados.  El papel de Jesús como siervo tienen un desafío y un mandato también: “Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan”.  Cristo nos dice: “Amen los unos a los otros como yo les he amado".  Amar a los demás no significa sólo cuando es conveniente y cuando se siente bien y cómodo. Amar a los demás significa que necesitamos salir de nuestra zona de confort y nuestras nociones preconcebidas.  Estamos llamados a ser servidores y lavar los pies de nuestro prójimo cada día en nuestro viaje como discípulos.  Hoy estamos llamados a sentir el poder del don que Cristo nos da, para sentir el mandato de la misión que nos da en confianza y esperanza.  Hoy, tenemos los pies y los corazones lavados y almas alimentadas por el Cuerpo y la Sangre de Cristo.  Hoy es una preparación para celebrar el misterio de su pasión y resurrección en los días del Triduo que vienen. 

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