Friday, September 26, 2014

9/28/2014– la homilía del Domingo XXVI del tiempo ordinario – Mateo 21, 28-32; Ezequiel 18, 25-28; Filipenses 2,1-11.

     ¿Como podemos tener una conversión en nuestro corazón?  Las lecturas de hoy hablan sobre este tema.   El profeta Ezequías habla sobre la responsabilidad personal que necesitamos tener en nuestra vida de fe, una responsabilidad de convertir nuestras almas a Dios.  Recibimos el don de salvación de nuestro Salvador.  Según Ezequías, nuestras obras y nuestro camino de fe tienen consecuencias, especialmente si no nos arrepentimos de nuestros pecados y nuestras debilidades. 
     En el Evangelio de hoy, tenemos un lección sobre nuestra responsabilidad en la manera que vivimos.  No es suficiente para seguir nuestro Señor y sus mandamientos sólo con nuestras palabras y nuestros pensamientos.  Es necesario que nuestras obras y nuestra acciones acompañen nuestras palabras. Sin cambios en nuestra vida, no es una verdadera conversión.  Por esta razón, según el Evangelio de San Mateo, los publicanos y las prostitutas precederán a los maestros de la ley en el Reino de Dios.  Las prostitutas y los publicanos dijeron “no” en sus palabras y en sus vidas a la voluntad de Dios antes de su conversión, pero después, en el gran cambio en su vida de fe, ellos están siguiendo nuestro Señor en su plenitud.  Los maestros de la ley dicen que están siguiendo el camino de fe, pero no se dan cuenta de la necesidad de convertirse y de hacer penitencia por sus pecados.  Con sus palabras, ellos dicen “sí” a Dios, pero en sus obras y sus acciones y en sus corazones, ellos dicen “no.” 
      Nuestra segunda lectura de la carta de San Pablo a los filipenses nos da un modelo para seguir.  Cristo es nuestro modelo como un siervo en su humildad y en su camino a la cruz.  Cristo es nuestro modelo en su humanidad y su divinidad, y en la manera que cumplió con sinceridad la voluntad de su Padre. Es verdad, a veces nuestro camino no es fácil.  Pero, poco a poco, con cada paso, podemos avanzar en nuestro camino de fe.
        Tenemos la llamada de practicar nuestra fe en el espíritu del Evangelio, no en una manera estéril, rígida o implacable.  El espíritu de Jesús nos llama para encarnar su espíritu de amor y compasión, de cariño y de perdón, de llegar a los oprimidos, los marginados y los que están solos.  Creo que la razón Papa Francisco está amado por tanta gente es que él tiene el espíritu de Cristo en sus palabras y sus obras.  En un Tweet, el Papa Francis dijo: El verdadero poder es el servicio.  Yo como el Papa debe servir a todas las personas, especialmente los pobres, los débiles, y los vulnerables.
      El espíritu de las lecturas de hoy me llamó la atención en un cuento que alguien me contó recientemente.  Un hombre me explicó que manejaba a casa de la costa de Mississippi cuando se daba cuenta de que quedaba poca gasolina en su carro.  Él oraba tan fuerte que se encontraría con una gasolinera en alguna parte, pero estaba el momento de atardecer.  La gasolina en su carro terminó.  El estaba en una parte aislada de la carretera  desconocida por él.  En el transcurso de una media hora, comenzó a oscurecer, y ninguno de los carros se paró para ayudarle.  Cuando el hombre no tenía esperanza, una vieja camioneta pasó por él, y entonces lo vio otra vez unos diez minutos más tarde que vino por el otro lado. Una joven madre y su pequeño hijo estaban en el carro. Ella le preguntó qué necesitaba, y luego le dijo que iba a volver con un poco de gasolina para él. Ella dijo que le tomaría más de media hora, ya que no había gasolineras muy cerca.  Ella regresó con la gasolina y dijo que el hombre no necesita pagarle el dinero.  Ella le dijo que necesitaba saber por qué se regresó.  Ella dijo que ella y su hijo estaban en una prisa por regresar, que llegarían tarde para su compromiso. La madre explicó que después llegaron alrededor de un minuto en el camino después de pasar junto al hombre, el niño le preguntó a la madre por qué no se pararon a ayudarle. Le dijo a su hijo que llegarían tarde y no tenían tiempo. El niño respondió: Pero mamá, me parece que el hombre necesita ayuda. Jesús se habría parado para ayudarle. Así que eso es lo que hicieron la madre y su hijo. Ella se dio la vuelta inmediatamente y le ayudó. Y no quería recibir nada de este hombre a cambio.  Tal vez no necesitamos preguntar por qué la vida no parece justo o por qué las cosas malas suceden. Tal vez tenemos que concentrarnos para vivir el espíritu de Cristo en el mundo.

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