Sunday, November 4, 2012

11/4/2012 – Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario – Marcos 12,28-34


      En el  Evangelio de hoy, un escriba se acercó de Jesús y le preguntó sobre el primero de todos los mandamientos. En la superficie, pensamos que hay diez mandamientos para responder, pero en las tradiciones de los judíos, hay 613 leyes de Dios en las escrituras sagradas.  Entonces, esta pregunta y la respuesta son muy diferentes que nuestra imagen inicial.  En los mentes de los fariseos y los escribas, en su observancia de la ley de Dios, ellos presentan a Jesús una pregunta muy estimulante.  Este escriba pregunta a Jesús después de escuchar una conversación entre Jesús y los fariseos y los herodianos.  Ellos tienen muchas preguntas, pero con estas preguntas ellos quieren poner una trampa. En esta pregunta en el Evangelio de hoy, yo estaba reflexionando sobre las preguntas que preguntamos en nuestra vida y en nuestra fe.
     A veces, tenemos miedo de nuestras preguntas.  A veces, penamos que nuestras preguntas son tontas, o tenemos miedo de avergonzar nosotros mismos.  Frecuentemente, los discípulos tienen duda en los Evangelios en las preguntas ellos tienen – tal vez, tienen miedo de las respuestas que Jesús pueden dar.  Y los fariseos y los escribas tienen muchas preguntas, pero utilizan estas pregunta para poner Jesús a los márgenes.  En nuestra sociedad, muchas personas utilizan sus preguntas como armas para hacer daño a los demás.   En nuestra fe, no podemos utilizar las preguntas con intenciones malas.   Muchas veces, tenemos muchas preguntas, pero las respuestas que buscamos no son fáciles y no son sencillas para entender.      Cuando fui a Canadá y a Ecuador como misionero, yo tenía muchas preguntas, pero en mi trabajo, en la pobreza y la corrupción y la violencia que miraba como misionero, yo regresé a los Estados Unidos con mas preguntas y sin muchas respuestas.
     En nuestro mundo moderno, unos miran las preguntas como una debilidad.  Muchas personas piensan que cada pregunta tendrá una respuesta preciso y clara.   Pero, en nuestra fe católica, no tenemos vergüenza para decir que no tenemos todas las respuestas, que en nuestro camino de fe, vamos a encontrar un sentido de misterio y las características de Dios que no podemos comprender en su plenitud. 
      Nuestro camino de fe no es recto – tiene los giros y las curvas.  A veces, en nuestro viaje de fe, en nuestra búsqueda como creyentes, en nuestras preguntas, podemos tener dudas, y podemos preguntar la profundidad de nuestra fe.  En verdad, en nuestras preguntas, podemos tener un crisis de fe.  Pero, en nuestras preguntas, en la lucha con nuestras dudas y nuestra incredulidad, podemos fortalecer nuestra fe.   Una fe inquisitiva es mejor de una fe perezoso y autocomplaciente.   Una vez, mi profesor en el seminario me preguntó – “Lincoln – ¿que tipo de sacerdote quiere ser?”  Yo reflexionaba sobre esta pregunta, y me daba cuenta que no puedo hacer todo como sacerdote.  Y para ustedes también – “¿Cuál llamada tenemos como seguidores de Cristo?”  ¿Qué tipo de preguntas necesitamos preguntar para crecer en nuestra fe?  ¿Tenemos miedo para tener preguntas en nuestra fe? Necesitamos luchar y buscar con nuestra preguntas.  Con nuestras preguntas, podemos reflexionar mucho.  

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