Thursday, May 31, 2012

3 de junio de 2012 – La Santísima Trinidad – Mateo 28:16-20 -


        Hoy, con mucho gozo en nuestros corazones, celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad.  Antes de enviar sus discípulos al mundo para ser misioneros del Evangelio, Jesucristo explicó: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.”  Y hoy día, este mandato es muy claro para nosotros también.   El Padre nos dio su Hijo para nuestra salvación, y ellos nos dan el Espíritu Santo como la presencia de Dios con nosotros.  La Trinidad vive en nosotros como una realidad muy concreta. San Gregorio de Nisa, quien escribió mucho sobre la Trinidad en el siglo cuatro, nos dice que “el santo Bautismo se nos imparte la gracia de la
inmortalidad por la fe en el Padre y en el Hijo
y en el Espíritu Santo.”  Conocemos mucho sobre Dios & sobre la Santísima Trinidad, pero, en su realidad, la Trinidad es un misterio de nuestra fe.  El misterio de la Santísima Trinidad es el punto de partida de toda la verdad revelada de nuestra fe cristiana.   El misterio de la Santísima Trinidad es la base de donde procede la vida divina en nuestro mundo con nosotros.  En verdad, podemos declarar sin duda que somos hijos del Padre.  Podemos decir que somos hermanos y seguidores de su Hijo, que estamos caminando continuamente en nuestra fe con el Espíritu Santo en cada momento de nuestra vida.  En nuestra celebración de la Trinidad este domingo, podemos celebrar también la filiación divina que tenemos en la Trinidad.   En esta filiación, nos hacemos templos vivos de esta misma Trinidad.
       Para mi, como sacerdote en la Iglesia católica, es mi responsabilidad para llevar el mensaje al pueblo que Dios es amor, que Dios es al ejemplificación de amor y compasión y misericordia en nuestro mundo.   Para empezar una comprensión de este amor de Dios, necesitamos reconocer el amor que existe en las tres personas de la Santísima Trinidad.  Necesitamos reconocer la manera que las personas de la Trinidad se interrelacionan con ellas mismas, y reconocer la manera amorosa y compasiva que ellas tienen esta conexión. Como creyentes en la Trinidad, y como seres en la imagen de Dios, es importante para tener esta experiencia del amor de Dios en nuestra relaciones con los miembros de la Santísima Trinidad.   Los miembros de la Trinidad tienen una relación con ellos mismos como el Dios único.  Nosotros, también, tenemos la llamada para descubrir mas sobre nosotros mismos como seguidores de Cristo en el proceso de reconocer y aprender sobre la naturaleza relacional de Dios.   
        Con las gracias de la Santísima Trinidad como un don de nuestra fe,  podemos ser partícipes de la fuerza vivificante que tenemos en ella.  Por la fe  y la vida que tenemos en la Trinidad, somos seres dignos de la gracia que tenemos en la vida eterna.   Somos imperfectos en la manera que vivimos en el mundo, pero en el bautismo de salvación en la Santísima Trinidad, somos seres nuevos, somos hijos verdaderos del Padre.  En el misterio de este segundo nacimiento en las aguas de nuestro bautismo,  podemos obtener la plenitud en el nombre del Padre y del Hijo solo con la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas y en nuestro mundo.  Por eso, tenemos nuestra esperanza y nuestra confianza en la salvación de nuestras almas en las tres personas de la Santísima Trinidad, que conocemos en los nombres del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.


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