Monday, February 13, 2012

2/22/2012 – Miércoles de cenizas – 2 corintios 5, 20 - 6, 2; Mateo 6, 1-6, 16-18


Cuando recibimos las cenizas sobre nuestra frente en la misa de hoy, escuchamos una de estas frases:  “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás" o “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”. Estas frases significan que hoy comenzamos un nuevo tiempo litúrgico: la Cuaresma.  Es un tiempo especial de gracia en el que Dios nos invita a vivir una conversión en nuestras vidas. Recibimos esta bendición en la misa y la imposición de las cenizas.
En sus enseñanzas en el Evangelio de hoy sobre las obras de piedad y la manera de orar, Jesús nos enseña sobre el reino de Dios.  ¿Qué es el Reino de Dios? Es dejar que la voluntad de Dios se realice en la vida de cada uno de nosotros, viviendo como Dios quiere que vivamos.
El Reino de Dios se nos manifiesta y se hace presente en el mundo a través de Cristo.  Porque Cristo, en cada momento, realiza la voluntad de Dios.
El Reino de Dios es hacer en todo momento lo que agrada a Dios y hacer siempre lo que Dios nos manda.
 Lamentablemente, el pecado nos apartó de la voluntad de Dios. El pecado nos lleva a hacer nuestra propia voluntad dejando a un lado la voluntad de Dios. El pecado es lo que nos aleja del Reino de Dios.
Este miércoles de cenizas, Jesús nos invita a hacer presente en nuestra vida el Reino de Dios. El nos invita a abrir nuestros corazones a lo que Dios quiere y espera de nosotros.
Jesús quiere que nuestra vida se realice de acuerdo a los planes de Dios; por eso, necesitamos vivir una conversión.
Conversión quiere decir “cambios” en nuestras vidas - cambios en el modo de vivir en nuestras relaciones con nosotros mismos - cambios en el modo de vivir nuestra relación con los demás, con la naturaleza, y con Dios.

Creer en el Evangelio no significa simplemente estar de acuerdo con lo que nos dice la Palabra de Dios, pero significa ponerlo en práctica; vivirlo; hacerlo vida.
Una persona que dijera que cree en el Evangelio, pero que no se esforzara por vivirlo, no estaría diciendo la verdad. El camino que nos lleva a vivir el Reino de Dios, por lo tanto, es la conversión. No hay otro camino. Todos nosotros somos responsables del mal y del pecado que llena actualmente el mundo. Si queremos que las cosas cambien, necesitamos empezar a cambiar nuestra propia vida, de tal manera que el Reino de Dios se haga presente en cada uno de nosotros.

La Cuaresma que ahora comenzamos es un tiempo de gracia. Es un tiempo de salvación. Dios nos concede la oportunidad y los medios que necesitamos para emprender un cambio y una renovación en nuestra vida personal y comunitaria. Aprovechemos la ocasión que se nos presenta.
San Pablo nos decía hoy en su segunda carta a los corintios: “En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios.” Nos recuerda que Cristo entregó su vida por nosotros.  El nos quiere como verdaderos hijos y hijas de Dios. San Pablo decía también: “Como colaboradores que somos de Dios, los exhortamos a no echar su gracia en saco roto….ahora es el tiempo favorable; ahora es el día de la salvación.”

La ceremonia de la imposición de la cenizas que tenemos hoy debe ser la respuesta que nosotros demos a esa invitación a la conversión.
La imposición de la cenizas significa que nosotros aceptamos la invitación que Dios nos hace a la conversión y que queremos, en serio, vivir un cambio en nuestra vida. El cambio no es para nuestro mal, sino para nuestro bien. Si vivimos de acuerdo al Evangelio, nuestra vida va a ser más plena, seremos más felices y haremos más felices a los demás.  Necesitamos aprovechar de este tiempo de gracia en la Cuaresma, en este tiempo de penitencia y de renovación espiritual.        



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