Friday, September 2, 2011

9/4/2011 – Homilia en español – Domingo XXIII del tiempo ordinario - Ciclo A - Ezequiel 33, 7-9; Mateo 18, 15-20; Romans 13, 8-10;


Hoy día, en la palabra de Dios, tenemos un mensaje muy fuerte.  Es un desafío en la manera que necesitamos vivir nuestra vida de fe. En nuestras lecturas de hoy, escuchamos un mensaje sobre la responsibilidad que tenemos en las relaciones con nuestros hermanos.  Si vivimos en el espiritu de las enseñanzas de Jesucristo, estamos fieles a las normas de nuestra Iglesia, estamos participantes de la vida de los sacramentos de la Iglesia, tratamos de ser buen ejempos a nuestros niños y a nuestro prójimo.  Pero, en nuestra vida diaria, muchos de nosotros no tenemos un espiritu misionero.  No nos sentimos una exigencia en nuestra vida de fe de ser misioneros, de proclamar la Palabra de Dios a nuestros hermanos, de hacer una evangelización en nuestra comunidad. Si escuchamos las lecturas de hoy con un corazon abierto sobre el mandamiento de amar que tenemos en nuestra fe cristiana, con la llamada del profeta Ezekiel de ser un atalaya al pueblo de Israel, este mensaje puede hacer muchos cambios en nuestra vida de fe, en nuestra manera de ser misioneros y evangelizadores en nuestra comunidad y en nuestro mundo moderno. 
Para ser discípulos verdederos de Jesucristo, debemos escuchar al amor que tenemos en esta vida nueva.  Y con este amor, no podemos ser indiferentes.  Necesitamos usar este amor para unir nuestros sufrimientos con los sufrimientos de Cristo.  Con este amor y nuestro compasión, con nuestra llamada de Dios, podemos responder a los sufrimientos de nuestro prójimo.  Si escuchamos a San Pablo, podemos darnos cuenta que amar en el contexto de nuestra fe es cumplir la ley entera de Dios.  El amor y la caridad y la misericordia con tenemos para nuestros hermanos son manifestaciones a esta interpretación de todos los mandamientos.

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