Friday, September 30, 2011

10/2/2011 - la homilia del XXVII Domingo del tiempo ordinario - Isaías 5, 1-7, Mateo 21, 33-43


Isaías nos dice que Dios ama y cuida a las plantas en su viña. Dios tenía mucho amor y mucha ternura para su pueblo, el pueblo de Israel.  Dios ha cuidado de este pueblo, pero el pueblo de Israel no ha correspondido de este amor y de las esperanzas y las expectativas de Dios. Este pueblo no ha sido fiel al amor de su Padre. ¿Qué más puede hacer Dios por su viña?  Dios no ha abandonado a su pueblo en los tiempos de dificultad, en los momentos de sufrimiento.  Dios siempre estaba al lado de su pueblo.  Dios espera que su viña, que su pueblo, da frutos buenos.  Pero, al contrario, su viña no ha prosperado, no ha dado frutos buenos, no ha dado las uvas dulces, pero ha dado las uvas amargas y silvestres.  El pueblo ha oido esta profecía de Isaías, y sabía que el profeta estaba hablando sobre ellos mismos.  En verdad, Israel no ha producido los frutos de su salvacíon, de los dones que Dios le dio. 
El mensaje que recibimos de Isaías y la parábola que Jesús nos da en el Evangelio explican la importancia de producir frutos en nuestra vida de fe. Es una cosa de escuchar la palabra de Dios, de darse cuenta de la realidad de su mensaje.  Pero, es otra cosa para vivir su palabra, para dar vida a su mensaje.  El Señor nos da los dones y los tesoros y los talentos de nuesta vida. Y El tiene las expectativas y las esperanzas y las normas de la vida para estos dones y estos talentos y estos tesoros.  Con nuestra vida de fe y nuestra vocación profesional, con nuestras obras buenas y nuestras relaciones humanas, Dios nos pide una respuesta.  ¿Qué vamos a hacer? 

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