Saturday, August 27, 2011

8/28/2011 – Homilia del Vigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario — Ciclo A - Jeremías 20:7-9; Mateo 16, 21-27


En las palabras del profeta Jeremías que escuchamos hoy, él está buscando un señal de esperanza en su vida en medio de las amenazas de sus enemigos. El se sienta que esta abandonado por su Señor.  Pero, despues de comunicar sus gritos y los lamentos a Dios, Jeramías puede decir: Yavė, tu estas conmigo.  Tu eres mi defensor muy poderoso. Contigo a mi lado, los que me persiguen no me vencerán.  En verdad, en la mitad de nuestra lucha, en los desafíos que tenemos en nuestra vida de fe, podemos gritar a Dios como el profeta Jeremías. Podemos repetir estas mismas palabras, cuado sentimos que las dificultades o los problemas de nuestra realidad nos agobian.
Hay unos miembros de nuestra comunidad que viven constantemente preocupados por los acontecimientos adversos y por los obstáculos que se agarran sin ningun sentido de esperanza en su vida.  Pero, no necesitamos vivir como eso.  Nuestro Señor Jesucristo nos invita a unir nuestros sufrimiento con sus sufrimientos.  El nos invita a comportarnos y a vivir como verdaderos hijos y hijas de Dios. El nos invita a tener confianza en su misericordia, en su amor abundante, en su gracia como un don para nosotros.  Como hijos y hijas de nuestro Señor, podemos confíar en un Dios misericordioso, en un Dios que cuida de nosotros.  El Señor está siempre con nosotros.  Debemos confiar en el, porque el Señor nos da las fuerzas cuando tenemos los sufrimiento y las dificultades.
En la luz del mensaje del profeta Jeremías, esuchamos el Evangelio de San Mateo.  Jesús habla a sus discípulos con mucha sinceridad. El les habla sobre su sufrimiento y su muerte, pero también la presencia de su resurrección. Para muchos de ellos, este asunto puede parecer como un catástrofe o la fatalidad de su destino como el Hijo de Dios. Pero, para nosotros, los cristianos, con la cruz de Jesucristo, con sus sufrimientos, tenemos nuestra salvación, tenemos  nuestra vida nueva.
El reino de Jesucristo no es un reino terrenal que existe solo en este mundo. No es un reino terrenal donde todos sus seguidores iban a conseguir buenos puestos en su gobierno. En sus enseñanzas, nuestro Señor trata de desmontarles que el reino de Dios es algo muy diferente. El reino de Dios no es solamente terrenal - tiene otra dimensión invisible para el momento presente.  Para ser seguidores verdaderos de Cristo necesitamos negarnos a si mismo, tomar nuestra cruz, y seguirle.  Y a veces, necesitamos cambiar nuestras ideas sobre Jesús y sobre su reino.  

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